El jueves 4 de agosto llevamos a cabo la reunión en Stay Curious Club, modalidad presencial y virtual, para analizar el libro del mes “Kim Ji-Young: nacida en 1982” de Cho Nam-Yo.

Cho Nam-Yo, ex guionista de televisión quién se vio obligada a renunciar a su vida profesional al embarazarse, publicó este libro en 2016 y ha vendido más de 1.3 millones de copias solo en Corea del Sur. Desde su publicación fue recibido como un llamado a las armas en medio del movimiento #MeToo en ese país.

La novela, basada en estadísticas y datos sociológicos de Corea del Sur, también ha sido una referencia del feminismo a nivel internacional, por lo que el libro se ha traducido a más de 20 idiomas. Cho Nam-Yo es parte de una nueva ola literaria en Corea del Sur con una visión feminista, y han llevado la discusión más allá del mundo literario.

El libro cuenta, a través de la vida de su protagonista Kim Ji-Young, las duras situaciones a las que ésta se enfrenta debido a la misoginia y el machismo de su país natal: Corea del Sur. Sin embargo, las diferencias culturales y la lejanía geográfica con Latinoamérica no fue impedimento para que muchas de nosotras nos sintiéramos identificadas con la vida de Kim Ji-Young.

Es por esto que la dinámica consistió en explorar nuestras vivencias a través de la escritura, a pesar de las diferencias culturales o geográficas con la protagonista, y con ello, formar un “Libro vivo”; uno en donde entre todas formáramos a nuestra Kim Ji-Young. En esta actividad invitamos a las participantes a pensar en situaciones de su vida en las que se sintieron como sentimos a Kim Ji-Young a lo largo del libro: desplazada, menospreciada, oprimida, sin derecho a opinar (...).

Las experiencias las compartimos en 4 diferentes etapas: infancia, adolescencia, juventud y edad adulta. Así, escribiendo en tercera persona bajo el nombre de Kim Ji-Young revivimos algunos momentos en las que las circunstancias fueron o son difíciles por el hecho de ser mujeres en Latinoamérica.

Una vez que plasmamos nuestras vivencias en papel, las compartimos entre todas a viva voz. Finalmente, reflexionamos sobre qué consejo le daríamos a esta nueva Kim Ji-Young que entre todas acabábamos de formar, para poder cambiar poco a poco nuestra realidad.

A continuación, la adaptación de las historias que entre todas compartimos ese día.

Nuestra Kim Ji-Young

Libro vivo por Stay Curious Club, Edición de Andrea Gamboa

Infancia 👶🏾

Nuestra Kim Ji-Young fue una niña muy deseada. Aunque su papá la adoraba desde que nació, a menudo revivía el deseo de tener un varón; por eso, a veces sin querer, otras queriéndolo, no la trató así.

Sus años durante la infancia fueron de aquí para allá, pues sus papás no tenían un lugar propio para vivir. Y aunque ambos trabajaban, ella sabía que su mamá era la que administraba el dinero familiar; y, gracias a sus ahorros y buen manejo pudieron comprar una casa años después. Con eso, Kim Ji Young pudo alcanzar la estabilidad que tanto deseaba.

Un día, en el primer año de primaria, Kim Ji- Young pidió permiso a la maestra para ir al baño. Detrás de ella, un compañero de clase la siguió y esperó a que saliera. Aún años después, ella no tiene respuesta a esto, pues saliendo él le habló y aunque ella lo vio sospechoso le respondió amablemente. Él le pidió su mano con la excusa de enseñarle un nuevo juego y Kim Ji-Young, inocentemente accedió. El niño le pinchó el dedo y ella no pudo hacer más que llorar y al regresar a su salón se aguantó las lágrimas. Kim Ji-Young no dejaba de pensar -“¿Por qué me hizo eso? ¿le hice algo? ¿me lastimará de nuevo?”- Su razonamiento no le alcanzaba aún para interpretar lo que había sucedido y lo único que hizo fue callarse, no decir nada a la maestra ni a sus amigos y pasar el resto de sus años en esa escuela con miedo a cruzarse con él; y si eso llegaba a suceder, se escondía o esquivaba la mirada al verlo pasar. Alguna vez alguien le dijo que los niños, cuando les gustabas, te molestaban con la intención de llamar tu atención.

Esta etapa de su vida fue muy contradictoria para ella, pues por un lado, la frase “te tienes que dar a respetar” se volvía cada vez más común y repetitiva por parte de su familia, maestros y personas cercanas. Y por otro, aprendía que hay que defenderse de cualquier persona que la agrediera, no importando si él era un pretendiente y jurara que la molestaba por cariño. Esto llegó a un punto en el que terminó peleándose a golpes con otro compañero que siempre le jalaba el cabello, la insultaba y se burlaba de ella. No obstante, ella fue la que recibió el castigo porque le dijeron que las niñas no deben hacer ese tipo de cosas.

Con cada evento que pasaba Kim Ji-Young comenzó a ser más introvertida por miedo a no hacer las cosas como “tenían” que ser.

En casa las cosas no eran muy distintas. Kim Ji-Young, acostumbrada pero resentida, sabía que su hermano recibía un trato especial. No lo envidiaba, solo tenía resentimiento al no entender por qué. Al principio, creía que esto era por ser su hermana mayor, pero conforme él crecía comprobaba que no hacía ninguna de las actividades que ella tenía a esa edad. Por esto, la transición de la infancia a la adolescencia fue cada vez más difícil, pues Kim Ji- Young ya no soportaba tener que servirle a su hermano y ayudar a su mamá a hacer las labores de la casa mientras él no hacía nada de eso.

En ese entonces, decidió enfrentarse y ser la rebelde de la familia. Era navidad y su familia se reunió para cenar. Mientras los hombres platicaban, las mujeres cocinaban y los niños jugaban. Ya era tarde para la cena y el papá de Kim Ji-Young le dijo "ve a ayudarle a tu mamá" a lo que Kim respondió "ve tú”, y se fue a jugar.

Adolescencia 🧍🏾‍♀️

En la secundaria Kim Ji- Young disfrutaba de hacer deporte, específicamente fútbol. Los días en los que ella se veía obligada a llevar falda al colegio no podía jugar; esto pasaba 3 días a la semana, en los que se limitaba a quedarse sentada con sus amigas, mientras que los hombres podían jugar fútbol todos los días.

Conforme se fue desarrollando su cuerpo, Kim Ji.Young se sentía avergonzada, pues el suyo se había desarrollado más que el de sus compañeras. Poco a poco cambió su forma de vestir, de caminar y las actividades que antes amaba hacer. Se sentía incómoda en su propio cuerpo.

Sin embargo, veía que con los hombres no era así. Los veía con el “derecho” de exhibir sus cuerpos desnudos a la menor oportunidad. En varias ocasiones descubrió a sus compañeros de secundaria masturbándose viendo a sus compañeras en lugares públicos. Y en la calle, al regresar a casa sola a casa después de clase, buscaba, esperaba al autobús más vacío para no tener que aguantar algún depravado que aprovecharía rozarla. Si veía a alguien sospechoso, se abultaba la mochila a modo de muro, de barrera.

En una ocasión, una amiga le contó que unos albañiles le habían chiflado; entonces, a la salida de la escuela ella y otras compañeras decidieron rebelarse y enfrentar a los albañiles. Otro día esperaron a que le chiflaran de nuevo y cuando lo hicieron, todas salieron a gritarles tratando de defender la dignidad de su amiga de una manera catártica y violenta, tratando de hacer frente al acoso que sufrían a diario.

En esta etapa, Kim Ji-Young empezó a conocerse explorando su cuerpo. Pero nada de eso podía compartirlo con sus compañeras, pues entre ellas callaban hasta el hecho de estar en su periodo por vergüenza. Una vergüenza que ni ellas sabían a qué se debía.

Al ir madurando se sorprendía, aunque cada vez menos, al comprobar que no solo las diferencias con los hombres se reproducían en la sociedad, sino también dentro de su familia. Se sintió indefensa ante la realidad.

Juventud 🙇🏾‍♀️

Al comenzar la Universidad, Kim Ji-Young tuvo que empezar la búsqueda de trabajo. En este camino soportó malos tratos en las entrevistas; pero con el tiempo su paciencia se agotaba. Se sentía frustrada cada vez al terminar una entrevista, pues sabía que no era ella, no decía lo que pensaba, solo actuaba sabiendo lo que ellos esperaban. En el camino de regreso a su casa no paraba de preguntarse “¿por qué no les dije lo que pensé?” “¿por qué no le hacen esas preguntas a los hombres? Después de muchos intentos. Kim Ji-Young entendió que no sería contratada hasta que tuviera más experiencia laboral. No sabía cómo iba a hacerlo, por un lado sabía que los hombres contratados no eran mejor que ella, pues en ocasiones no sabían lo que hacían, y por otro, ¿cómo iba a ganar experiencia si nadie le daba una oportunidad?

Cuando por fin consiguió un trabajo de tiempo parcial, se sintió feliz de haberlo logrado, aunque su felicidad no duró mucho. Al poco tiempo de entrar a trabajar varios de sus compañeros, que al inicio fueron muy amables, comenzaron a mostrar sus verdaderas intenciones y acosarla. Se sentía incómoda de rechazar sus invitaciones o hacer oídos sordos a sus “cumplidos”, pues sabía que los vería todos los días. Con uno de esos compañeros Kim Ji-Young se llevaba particularmente bien, pero a veces le hacía comentarios que la hacían sentir incómoda; un día él le dijo que se pusiera más seguido un vestido con el que se le veía muy bien el cuerpo. En ese momento, ella no supo qué decirle o qué hacer.

Así, un día Kim Ji.Young encontró una solución: decidió empezar a salir con un chico de la oficina. Lo que siempre la apenó fue saber de antemano que en realidad él no le gustaba, pero era la forma de quitarse a los demás de encima.

Entre sus compañeras de trabajo descubrió que la mayoría de ellas decían que estudiaban “MMC”. Intrigada le preguntó a una compañera cercana qué quería decir que estudiaban “MMC”, a lo que ella respondió viéndola con ternura: “Significa, “mientras me caso, Kim Ji-Young. Algunas de nuestras compañeras estudian su carrera solo por estudiar, para después casarse o conocer a su futuro esposo en la universidad”.

En la oficina no importaba que tan buena fuera haciendo lo que le asignaban su trabajo, las reglas no escritas marcaban que los hombres eran los que tenían los ascensos. El infierno era estar en una junta con puros hombres, pues los comentarios misóginos no tenían fin y las mujeres solo tenían que reir amablemente para no ser catalogadas como amargadas. También se dio cuenta que, entre sus compañeros y compañeras, a ella la recogían en las reuniones con clientes para servir el café, pues lucía “joven y guapa”. Sin embargo, Kim Ji-Young no podía hacer la amabilidad que le habían arraigado a un lado; le habían enseñado a siempre ser acomedida, y en su trabajo continúo con ese pensamiento. Cada que podía lo ponía en práctica, hasta que su jefa un día le dijo que dejara de hacer el trabajo de los demás, ese no era su trabajo.

Con sus amigos de la Universidad se dio cuenta que, cuando se reunían para cenar, se repetía lo que había visto aquella Navidad: únicamente las mujeres eran las que ponían la mesa, calentaban la comida y la servían. Nadie les había dicho a ellas que lo hicieran, eran conductas que habían adoptado previamente y nadie lo ponía a discusión.

En todas estas ocasiones Kim Ji-Young creía que lo mejor era callar. Por lo que tuvo siempre la creencia de ser una persona introvertida debido a las pocas, casi escasas oportunidades que se le concedían para expresar sus sentimientos y dar su opinión, pero poco a poco comenzó a darse cuenta que le gustaba estar rodeada de gente y destacar. También se empezó a dar cuenta que no estaba mal no ser como la mayoría.

Adultez 💃🏾

Al salir de la Universidad, Kim Ji-youn consiguió su primer trabajo de tiempo completo. El cual pudo conseguir al cambiar su apellido de soltera por el de su esposo, pues aunque podía comprobar sus habilidades con un periodo de prueba, su título o examenes de conocimiento, la empleada de Recursos Humanos le sugirió que esta era una forma en que la tomaran seriamente en la empresa.

Al empezar a trabajar, un día su jefa la mandó llamar a su oficina para preguntarle cuáles eran sus planes en el corto plazo. Esa pregunta tomó por sorpresa a Kim Ji-Young, quién no supo qué responder. Por lo que ante el silencio, su jefa solo le respondió “¡No se te ocurra embarazarte!”.

Después de ese comentario, Kim Ji-Young dudó muchísimo acerca de la maternidad, pues sentía que pondría en riesgo su carrera profesional, parecen incompatibles la una y la otra. Por otro lado, en las pláticas con sus amigas, sentía claramente su honestidad al referirse a la maternidad como una experiencia muy solitaria. Por eso decidió posponerlo lo más que pudo, pues sabía que ya no tendría el mismo tiempo para ser dedicada en el trabajo y ganar un ascenso, y mucho menos tener tiempo para ella misma.

Durante el embarazo las cosas cambiaron, sufrió distintos niveles de violencia por estar embarazada como si por eso no fuera capaz de hacer las tareas que antes hacía. En su casa también era infeliz porque el compromiso que tuvo con su pareja fue tener un hijo y no hacer su propia vida.

Con su primer hija, Kim Ji-Young pasaba la mayor parte del día a cargo de los cuidados sola. Así, la crianza iba siendo una hermosa experiencia de enseñanza, aunque no dejaba de ser exhausto. Sentía que debía cumplir con todo: lavar ropa, hacer la comida, cambiar los pañales, el juego; todo el amor y el tiempo. A pesar de esto, su familia menospreciaba su cansancio con comentarios duros como “las mujeres de ahora no aguantan nada” o comparaciones constantes de su maternidad con la que tuvo su madre.

Una vez tuvo una discusión con el padre de su hija, quien sugirió “ayudarla” un día que Kim Ji-Young tenía que salir a hacer unos pendientes. Ella lo encaró y le dijo que creía firmemente que la crianza debe ser compartida -”es una responsabilidad de cuidados de ambos padres, la balanza no debe inclinarse únicamente hacia la madre; no es una ayuda, es un deber”.

Después de muchos años, y ya como una adulta, Kim Ji-Young entendió que a pesar de estar en siglo XXI las ideas anacrónicas sobre el papel de la mujer no habían cambiado mucho, cada día debía luchar por su derecho a decidir sobre su vida y ser tratada con respeto. Kim Ji-Young empezó a alzar la voz para no normalizar por mas años el sistema patriarcal.

Muchas gracias a todas las que se unieron a esta sesión, virtual y presencialmente. Y sobre todo, por compartir sus experiencias para construir este Libro vivo.


Andrea Gamboa
Economista especializada en competencia económica, análisis normativo-regulatorio y política pública, con +10 años de experiencia. Ha dirigido investigaciones en sectores clave para la economía mexicana, con las que he desarrollado la habilidad de entender los mercados desde una perspectiva industrial aunado al entendimiento del punto de vista público y privado, lo cual le permite una comprensión más práctica de los problemas o situaciones de las organizaciones.

Entre sus intereses destaca el impulsar el desarrollo de las mujeres en el ámbito profesional. Además, como estudiante del idioma japonés, comenzó su interés en la literatura asiática contemporánea.

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